martes, 15 de abril de 2008

Espejos


Llega un punto en el que, sin darte cuenta, parte de tí ha construído a tu alrededor un muro de cristal que no te deja salir, sin que tu otra parte se entere...

Es uno de esos cristales que deforman la imagen, tanto que a veces no reconoces el mundo. Aunque estés la misma habitación que ayer, que anteayer y que hace años, en el fondo sabes que ese lugar ha cambiado, que el mundo entero ha cambiado. Y ese pensamiento agobiante, que te llena de pánico, se va transformando y pasa por muchas direcciones: la habitación ha cambiado, el mundo ha cambiado... la mismísima materia del mundo ha cambiado... cada vez se hace más grande y más incomprensible.


Como igual de incomprensible es que nadie más a tu alrededor lo haya notado... cuando te das cuenta de eso es cuando sientes una soledad más grande que tu alma, pero capaz de habitar en ella, doblada, creciendo aún más. Estás sólo. Sólo tú has percibido el cambio... ¿y si eso te lleva a la locura... o ya lo es?


Paseas por el borde del precipicio, mirando abajo, al fin. Sería tan fácil... pero esperas. Hoy no. A veces por convicción y a veces por pereza das media vuelta un día más y te adentras de lleno en el mundo con la esperanza de que vuelva a ser como antes y encuentres la paz.


Pero lo más normal es que no llegue. Al pensamiento de que sólo tú has percibido el cambio le van creciendo raíces... hasta que da un giro: ¿y si el mundo sigue igual pero eres tú quien ha cambiado? El miedo crece aún más, porque no sabes cómo ha sido.


Pero es la única explicación lógica. Así que intentas volver a ser como antes, pero cada vez es más difícil. El espejo que deforma la realidad se alimenta de tí haciéndose más fuerte y amorfo cada día.


Por cada segundo en que consigues ver el mundo como el antiguo planeta redondo donde vivías hace tiempo, pasan meses en que cada vez que abres los ojos lo ves como un monstruo lleno de dientes.


Cada mañana te levantas de la cama sabiendo que sigues en una pesadilla, y vuelves a ella a la noche con sólo ganas de dormir. Dormir... morir por unas horas. Un suicidio con remedio. Y escapas...


Pero por más que lo piensas no recuerdas dónde está la línea que cruzaste. Si pudieras volver a verla y pasar al otro lado...


Algún día... aún quedan fuerzas para seguir luchando.


Gracias, Nico

No hay comentarios: